Por: Alfredo Molano Jimeno / Enviado Especial
Santander, entre el progreso y la deforestación. Crónica de la explotación aurifera en alta montaña.
Foto: Gabriel Aponte
Si se otorga la licencia ambiental, esta será la última foto del páramo.El páramo de Santurbán, donde nace el agua que alimenta a Bucaramanga y otras zonas de Santander, vive un nuevo reto: la minería a gran escala, una de las locomotoras que ha anunciado el gobierno.
A unas pocas horas de Bucaramanga, por la carretera que de Santander conduce al Norte de Santander, se encuentra la Serranía de Santurbán, de 92 mil hectáreas, que se entrelaza con el cielo, un banco de niebla donde nace el agua que alimenta algunas zonas de los dos departamentos. Allí la explotación de oro es una práctica antigua. Desde la Colonia, estas montañas han sido escarbadas para sacar el precioso mineral, pero ellas se niegan y lo guardan en sus entrañas. Tan sólo pequeñas cantidades son expulsadas a través de las corrientes internas de la tierra y van a parar en los ríos que se forman en la falda de la montaña.
Desde la mitad de la década de los 90 empezó el boom de las transnacionales mineras. Muchas fueron las compañías que pusieron el ojo en Santander, entre esas la poderosa Greystar Resources Ltd. Una multinacional canadiense de la cual la Corporación Financiera Internacional (ICF, en inglés), agencia del Banco Mundial que invierte en proyectos privados, es el mayor accionista, con el 11%, así como el JP Morgan, uno de los bancos más grandes del mundo.
En uno de los picos de esta serranía, a 3.900 metros de altura, la Greystar clavó la bandera y lo bautizó Proyecto de Angostura. Hoy, esta compañía está a la espera de que el Ministerio de Medio Ambiente le otorgue la licencia ambiental que permitiría empezar la etapa de explotación, la cual duraría hasta 2025, pero los movimientos ambientalistas han puesto el grito en el cielo y hasta el procurador Alejandro Ordóñez, hace dos días, sentó su posición, al pedirle al Ministerio de Ambiente estudiar la posibilidad de no otorgara la licencia, a pesar de que el nuevo código minero prohibió la minería de alta montaña, este marco normativo no aplica para el Proyecto de Angostura, ya que cuando se otorgó no existía ninguna prohibición al respecto.
El Proyecto de Angostura
En 1994 la Greystar llegó a Santurbán. Sobre la falda de la montaña, en el municipio de California —llamado así seguramente buscando replicar lo que se vivió Estado Unidos en los años 20—, se encuentra la sede del proyecto. En el casco urbano de este municipio habitan más de 1.850 personas, la mayoría dedicadas a la minería. Aquí la gente apoya a la compañía, a todas las compañías que han llegado en busca de oro, que son más de cinco y que con sus subcontratistas pasan de las diez empresas.
La Greystar ha adquirido los derechos mineros de más de 30 mil hectáreas en la zona, pero elProyecto de Angostura sólo utilizará mil y en el proceso de exploración que ya cumple 15 años ya han invertido más de 100 millones de dólares. Según la compañía, en esas mil hectáreas se estima que hay más de 7,7 millones de onzas de oro —16 toneladas de oro anuales— y cerca de 80 millones de onzas de plata —72 toneladas anuales—, lo cual convierte a esta zona en uno de los depósitos más grandes de oro de Suramérica. Sin embargo, los ambientalistas advierten que allí hay 100.000 veces más de arsénico que de oro, y se preguntan a dónde ira a parar todo ese mineral tóxico.
El impacto ambiental
“Nadie puede negar que la extracción de oro, y este proyecto específicamente, tiene un fuerte impacto ambiental, pero lo que hay que sopesar son los beneficios sociales y económicos que brinda la minería”, explica uno de los ingenieros de la Greystar.
Por su parte, el Comité para la Defensa del Páramo de Santurbán, constituido por asociaciones de ambientalistas, sindicatos, estudiantes, académicos, la Sociedad Santandereana de Ingenieros, la Sociedad de Mejoras Públicas, Fenalco Santander y partidos políticos como los Verdes y el Polo Democrático, se están oponiendo al proyecto, argumentando que habrá un daño irreversible en las fuentes hídricas que nutren el área metropolitana. “El comité no está en contra de los proyectos mineros, está en contra de los proyectos que afectan la posibilidad presente y futura del agua para el área metropolitana y algunas poblaciones del departamento y Norte de Santander. Estamos planteando propuestas de desarrollo alternativo para la región”, sostiene Luis Carlos Estupiñán, uno de los miembros del comité.
El proyecto plantea abrir un tajo de 220 hectáreas con una profundidad de 200 metros en la parte más alta del la montaña, de donde va a salir el oro. Además, se harán dos espacios para el tratamiento de las sustancias tóxicas que se utilizan en el proceso de extracción del mineral: uno tendrá 110 hectáreas, sobre la quebrada Angosturas, y el otro 90 hectáreas, sobre la quebrada Páez. Las dos quebradas caen al río Suratá. Los ingenieros de la compañía aseguran que no hay posibilidad científica de que haya filtraciones de las sustancias tóxicas, ya que se pretende hacer una impermeabilización con tecnología de punta.
La Greystar asegura que no habrá un impacto en las fuentes hídricas del área metropolitana, pues según advierten, el río Suratá representa un porcentaje mínimo del agua que recibe Bucaramanga. Sin embargo, los ambientalistas insisten en que este río, en momentos de crisis, brinda el 70% del agua que consume la capital del departamento.
Según las cifras que presenta el estudio de impacto ambiental de la Greystar, el proyecto utilizará 40 mil kilos de cianuro y 230 toneladas de anfo al día.
Impacto social
No cabe duda de que proyectos como estos benefician a una gran cantidad de personas. Que los habitantes de Suratá, de California y de Vetas, por mencionar algunos de los centros donde se vive la fiebre del oro, están en pro de la minería, a cielo abierto o de cualquier forma. Especialmente si han sido beneficiados con alguno de los proyectos de responsabilidad social de los que las compañias mineras suelen promover en sus áreas de influencia para mitigar de alguna manera el impacto causado por su actividad.
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